Este blog será el testigo del proceso creativo y, a la par, subiré los avances narrativos en entregas.

martes, 9 de diciembre de 2014

El proceso penélope de la escritura

Esto es, el proceso de formación de la obra da cuenta del propio proceso de formación del autor.
Luigi Pareyson


Antes de empezar a subir los avances literarios y teóricos que he generado en el último año, quisiera hablar del proceso que los escritores normalmente ocultan, el que tiene que ver más con el deshecho que con la creación.
Los artistas tienden a hablar de los procesos positivos de la creación: 
Todos los escritores recuerdan el momento de iluminación. La carta para Flaubert que contenía Madame Bovary; el viaje a Acapulco de García Márquez que derivó en Cien años de soledad; una frase oculta para Borges… Los demonios que promulga Vargas Llosa se ocultan en evasivos terruños, afloran en momentos inoportunos ante destellos intrascendentes. La causa es incierta, irreproducible. Los que lo han vivido lo comparan con una revelación. Es un motivo, paragón al Topos griego o el Loci ciceroneano, un punto de partida sobre el que se conforma una historia, sede de argumentos ocultos que se catalizan. (Márquez: 254) Y, cuando aparecen, sobre ese ladrillo se construye el espacio de la ficción. Recuerdan cómo conformaron al personaje principal o el día en que supieron que el último punto era final. 
Algunos, hablan de la conformación de la estructura como base, como lo hace Salvador Elizondo con Farabeuf (análisis que desarrollé en mi Tesis de Maestría "creación y escritura en Farabeuf de Salvador Elizondo) cuando transforma una fotografía en una estructura simbólica literaria. Otros hablan del enfoque que estaban buscando, com, o lo refiere Calvino en su introducción póstuma a Si una noche de invierno un viajero, donde aclara que  él no pensaba en el escritor sino en el metalector y la sensación que le acarreraría cada una de sus diez novelas truncas.
Y todos hablan del proceso creativo escritural, como lo refiere Ernest Hemingway sobre el placer que genera escribir su primera novela, de forma apabullante, hasta nublar a la realidad. “Recuerdo como ocurrieron todas esas cosas y los lugares donde vivíamos y los tiempos buenos y malos que tuvimos ese año. Pero más vívidamente recuerdo la vida en el libro y la creación de cuanto en él ocurría cada día. Al crear el campo, la gente y las cosas que ocurrían, me sentía más feliz que nunca.”
De lo que pocos hablan son de los procesos Penélope, es decir de cómo fueron destruyendo, reconstruyendo y transformando sus proyectos hasta culminar en algo completamente diferente. Tal vez el mejor ejemplo del proceso penélope , de destejer una historia cada vez que la escribía hasta terminar en una hoja en blanco pero con una idea diferente, la describe Mario Vargas Llosa en su portentoso ensayo Historia de un deicidio, sobre el proceso creativo de García Márquez, donde habla de que Cien años de soledad (1967), escrita entre 1965 y 1966, pero ideada quince años antes cuando visitó la casa de sus abuelos y concibió la novela sobre una casa que se derrumba por el tiempo y las historias. Durante quince años, GGM, machacó la idea hasta que en un viaje en carretera rumbo a Acapulco concibió la primera frase, genial, y regresó apresurado a su casa para encerrarse por 18 meses a teclear la mayor novela del siglo XX. Vargas Llosa relata como la idea iba y venía, se transformaba y se reconstruía hasta culminar en una historia diferente de la original, pero con el mismo sentido totalizador de la idea que a los veinte años cimbró al escritor colombiano.
En este post, hablaré de mi proceso penélope, de esta novela que escribí más de trescientas páginas, algunas incluidas en este blog, que se fueron destruyendo o reconstruyendo. 
En mi caso, el proceso de transformación fue radical. Una noche de primavera, en 2012, observé un video y tuve una revelación. En ese momento empecé a idear la trama y escribí un cuento fallido de cincuenta páginas, Luna Rusa (Cuento Luna rusa), donde planteaba el tema pero no lo podía desarrollar pues me sobrepasaba, decidí que debía ser una novela. 
Mismo proceso que le ocurrió a Salvador Elizondo con Farabeuf, al conformar un cuento extenso, como apunta en su diario el 4 de marzo de 1963, “estoy madurando mi relato sobre el supliciado de Pekín, que ya había yo empezado pero destruí. Creo que ahora quedará mejor. […] Lo del supliciado me gustaría publicarlo en la Revista Mexicana de Literatura”. (Elizondo, Letras libres, p.?). Acto Después, Elizondo decidió una macrohistoria, una novela. Lo mismo ocurrió con La obediencia nocturna. En su Autobiografía Precoz, Juan Vicente Melo narra: “creo que llegué a un punto –en cuanto a estilo y temas- que no permite más ampliación. Mi novela, aún sin título representa (junto con un relato inédito que se llama “La obediencia nocturna”) un nuevo punto de partida.” (1966: 113) Relato que, ante el acertado comentario de Huberto Batis convirtió en una gran novela. 
Empecé a tramar la novela y conformé una historia cienciaficcional (si desean ver la escaleta Argumento y escaleta NDV3, a partir de la idea de Luna Rusa, con tres subtramas y una estructura a partir de la televisión, de esta historia escribí los primeros capítulos, más de cien páginas finales y dos proyectos para becas que no fructuaron. 
Poco tiempo después me di cuenta que el problema no era el tema sino el tratamiento, soy un lector y escritor realista, no cienciaficcional. Este pequeño giro, me obligaba a replantear la idea. Sería una novela realista, sobre el viaje a la luna y el proceso creativo -depuntado pues mi tesis de maestría versó sobre el proceso creativo y estaba inmiscuido en ese tema, bueno, aún lo estoy pero sólo en el paragón teórico- (si desean verla Escaleta NDV2), de este intento de novela, escribí tres capítulos NDV2 Cap 3 y más de doscientas páginas, pero, al final, la historia y el tratamiento no me satisfacía, así que a principios de año, rehice el proceso creativo, borré las huellas y abrí un nuevo documento en blanco para empezar a construir esta, mi novela.
Hasta el momento llevo tres capítulos y sigue adelante, seguro de que este es el proceso correcto. 
Por el momento creo que el proceso penélope de la escritura me sirvió no sólo para calentar el brazo al escribir más páginas y borradores de los que uno contempla, sino para definir lo que deseaba hacer y poderme entender en ese proceso.
En una siguiente entrada, hablaré del argumento de Nostalgia de vuelo.

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