Este blog será el testigo del proceso creativo y, a la par, subiré los avances narrativos en entregas.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Razones de ausencia

Después de quince días de viajes infructuosos al centro de la ciudad para intentar salvar mi disco duro, escribo desde una computadora limpia, una enorme hoja en blanco que no tiene los dos años de trabajo almacenados en un disco con fallos físicos, espero recuperables.
325 gigabytes se esfumaron. Lo primero que me pregunto es, qué pude almacenar en 325 GB, mayor capacidad de información que la que el hombre usó en los años sesenta para llegar a la luna. Bueno, eso es lo que almacené, información sobre todo el proceso del viaje a la luna, el tema de mi novela, y fotografías personales, guiones de cine y televisión que nunca tuvieron buen fin, ensayos académicos y, lo más importante, cientos y cientos de elementos que justificaron durante días mi procastinación: música, documentales, películas, libros digitalizados, entre un largo etcétera. ¿Qué tan largo? Digamos que una novela, supongamos Madame Bovary, escrita en word, equivale a 325 bytes. No tan preciso, tal vez 250, tal vez 420, pero como estudié letras y no matemáticas, será más fácil ejemplificar con ese número. En mi computadora tenía almacenadas 1.000.000.000 bytes o 109 Bovary's. Por supuesto hablo de cantidad de 1 y 0, no se la calidad de esos còdigos binarios. Sólo tenía una Madame Bovary, lo demás era, en sentido estilístico, cercano a manuales de cocina o de mecánica.

Una vez que asumí que lo poco que tenía respaldado tenía que justificarme, me di cuenta que perder la información, los documentos, parte de mi novela, por fortuna gran parte la tenía respaldada, se convierte en una angustia y en una liberación.
Angustia, porque es trabajo por rehacer, con miedo a que la primera vez haya sido mejor. Liberación, por la posibilidad de partir no de cero pero sí de la hoja en blanco.

La hoja en blanco siempre se ha visto como el mayor martirio del escritor, para mí, son una delicia, porque mientras la hoja está en blanco todas las posibilidades son posibles, todas las palabras, en perfecto acomodo, son viables. El verdadero martirio es cuando la hoja está llena de caracteres y uno se da cuenta que no son el acomodo perfecto, que buscaba Flaubert. Por ello, la computadora en blanco es una liberación infructuosa. Siempre la hoja estará repleta de caracteres vacuos, innobles, innecesarios y todas las palabras académicas, que sirvan para ejemplificar lo que bien dijo el almirante Al Calavicci en la serie de televisión ochentera Quantum Leap: “Things might go a little ca-ca.".
Cuando uno escribe uno se da cuenta que es mejor lector que escritor. Todos. No sólo hablo de mis deficiencias, el tótem de la literatura, Borges, dijo de forma repetida, ahora convertida en cliché, que él era mejor lector que escritor. Por ello, es en la corrección, por ello, donde comienza la verdadera escritura. Pero en este blog hablaré del proceso intermedio, del proceso de creación, que va de la inspiración o el sobreentendimiento como lo llaman los psicoanalistas, al primer borrador, en el que se gesta la escritura.
Novalis declaró que el creador era dueño de su obra mientras la componía. Se instauraba como autor al revelársele la idea y el texto dejaba de vincularle en el momento de corregir, cuando observaba, con la distancia que debe autogenerar, al texto como un ente ajeno, redactado por otro; en ese momento, las palabras ya no le pertenecen, son del papel, del lector, pero no de él como artífice. Entre la hoja en blanco y la obra cerrada se construye el autor y se conforma la labor creativa; sobre ello versa este blog.
Me responsabilizo de las palabras que titilen sobre la pantalla, y espero poder disfrutar tanto el resultado de mis textos como disfruto el de otros, de todos aquellos que creen que la literatura justifica la vida.




En las siguientes entradas, hablaré del proceso creativo, del teórico y del propio.

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