Este blog será el testigo del proceso creativo y, a la par, subiré los avances narrativos en entregas.

miércoles, 26 de marzo de 2014

El género determina el estilo

Después de que me di cuenta que esta idea era la correcta, que cumplía con mis requisitos de lo que realmente quería contar, comencé a definir algunos elementos. En primer lugar, el género.
El problema con la idea original es que no soy un gran lector de ciencia ficción, me cuesta trabajo creer en elementos inverosímiles. Me gustan las novelas realistas, las que me cuentan algo sobre los humanos que me es difícil de vivir pero no empatizar, pues la vida es apabullante. Allá afuera todos los ocurren cosas sorprendentes, elementos de vida que van mucho más allá de las estrechas fronteras en las que vivimos.
No es innecesario inventar mundos que nos son insospechados, pero a mí la idea de crear historias inverosímiles en este momento, me es infructuosa. Por ello, decidí que quería que mi novela fuera realista e histórica.
Quiero aclarar que, aunque algunas historias de ciencia ficción me son inverosímiles, no porque no sean veraces sino porque lo que me importa es llevar al humano al límite. Considero que novelas como “El juego de Ender” de Orson Scott Card, todo Ballard, Bradbury, algunos textos de P. K. Dick o Watchmen de Allan Moore, entre otros, son alta literatura y reflejan lo más hondo del humano.
A la par, algunas novelas históricas y películas que retratan momentos épicos de la humanidad, son, literariamente, muy malas. Muchas abogan por la mediocridad del lector.
Es una cuestión de Zest, como determina Bradbury. En mi caso, me gusta retormar elementos históricos y utilizar a ciertos personajes que tuvieron una vida que me parece envidiable, vida que me gustaría haber vivido o estar viviendo. Añoro ser astronauta, envidio la valentía de algunos hombres ante la muerte y creo que, gracias a la vida de esas personas, se justifica la existencia de todos los demás.
Una vez que supe eso, entendí que el género será una mezcla entre novela histórica y ficción realista. La parte histórica sería anclada en los hechos a relatar, pero no tendría la camisa de fuerza de las novelas históricas, sería una obra ficcional. La conformación de los personajes, los diálogos, las descripciones, las secuencias, las ideas, serían ficcionales. Como argumenta Hayden White: “Los acontecimientos pueden estar dados, pero sus funciones en cuanto elementos de un relato se imponen sobre ellos mediante técnicas discursivas, que, por naturaleza, son más tropológicas que lógicas.” (White: 242); si la historia es la que uno narra, como también argumenta Ricoeur, la ficcionalización de la historia permite tanto al autor humanizar la Historia como romper la línea endeble que separa la ficción de la realidad.
Cumpliendo lo que determina Linda Hutcheon: “In most of the critical work of posmodernism, it is narrative -be it in literature, history, or theory- that has usually been major focus of attention. Historiographic metafiction incorporates all three of these domains: that is, its theoretical self-awareness of history and fiction as human constructs (historiographic metafiction) is made the grounds for its rethinking and reworking of the forms and contents of the past.”
Además, investigar sobre esos personajes, esas épocas, me permitiría  vincular los dos elementos que más estimo, la imaginación y el conocimiento. Conocerlos, descubrir lo que los conformo, entender esa poética del instinto que les permitió actuar de una forma ejemplar y unirlo con lo que es más humano: el fracaso. El fracaso es lo que nos vuelve humanos, no porque seamos una especie destinada a no prosperar, sino porque somos la única especie que sus expectativas de vida son tan altas que está condenada a sentir que fracasamos, aunque a ojos de otros el éxito nos acompañe. Retratar la nostalgia del éxito absoluto es retratar no sólo la búsqueda, sino el fracaso.
Unir el trasfondo histórico ficcional me permite crear una novela melancólica, una nostalgia de vuelo.



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