Este blog será el testigo del proceso creativo y, a la par, subiré los avances narrativos en entregas.

jueves, 27 de febrero de 2014

¿Por qué escribir?

La función de escribir es vivir tus sueños. Alargar los momentos de ensoñación. Es contar historias tan interesantes como la propia, pero tienes la oportunidad de vivir varias a la vez. Me fascina escuchar historias. No puedo estar fuera de ello. Cuando escucho a la gente, solo soporto las conversaciones que cuentan algo, que me describen mundos que yo no he vivido, cuando lo que dicen se convierte en algo interesante. Cuando me cuentan su cotidianeidad me resultan sumamente aburridos porque las historias, para que sean maravillosas tienen que ser concretas, romper con la temporalidad a los momentos más importantes para el que lee. Cuando escribo tengo la oportunidad de vivir en otro mundo. Cuando escribí el cuento de Luna Rusa, sobre el que se desprendió mi novela, estuve en la luna. Leí todo lo que pude sobre el tema, me empapé de libros: Mailer, Wolfe, Dick, Verne, y varios manuales de qué es un astronauta y su esquipo. Vi catorce horas de un documental sobre el viaje a la luna. Escribí cincuenta cuartillas en una semana. Trabajé diez a catorce horas al día. Viví en la luna. Tal vez ninguno de mis amigos sabe tanto de ese tema. Más que fascinación fue obsesión.
            Fue no sólo cumplirle un deseo al niño inmerso en mí, fue empezar lo que el adulto desea ser. De ello me brincó un metódico, ¿por qué escribo?
Mi tesis de maestría fue sobre el proceso creativo, por lo que intercalaré algunas ideas que planteé en mi tesis.
El primer paso es, antes de encontrar la causa para escribir, definir la finalidad. Todos los escritores, que aspiran a ser más que contadores de historias, poseedores de un lenguaje absoluto, tienen una búsqueda final en común, como aclara Cyril Connolly en La tumba sin sosiego, “cuantos más libros leemos, mejor advertimos que la función genuina de un escritor es producir una obra maestra y que ninguna otra finalidad tiene la menor importancia”. Esta idea es complicada pero necesaria, sino aspiramos a ello, nos convertimos en simples tipógrafos. En 2013 Amazon determinó que, sólo en China, había un millón doscientos mil, 1,200,000 escritores o gente que había publicado un libro. Es apabullante. El problema son los demasiados libros (a esto le dedicaré otra entrada). Así que sí, todos los que nos planteamos la idea de crear mundos léxicos, debemosaspirar a crear una obra maestra en la vida y escribir libros que si no se materializan en obra maestra, pueden ser un aprendizaje.
Para cada escritor, las razones personales varían. García Márquez declama que escribe para que sus amigos lo quieran, Jacques Borel asegura que “si escribo, lo hago también, puede que sobre todo, para no ser un extraño”. Razones de identificación y aceptación con uno mismo o con el entorno. En cambio, Ernest Hemingway determina que las razones para escribir atañen a una causa más pura, interna e intrínseca a la escritura, por el placer que genera, apabullante, hasta nublar a la realidad: “Recuerdo como ocurrieron todas esas cosas y los lugares donde vivíamos y los tiempos buenos y malos que tuvimos ese año. Pero más vívidamente recuerdo la vida en el libro y la creación de cuanto en él ocurría cada día. Al crear el campo, la gente y las cosas que ocurrían, me sentía más feliz que nunca.” En escribir está la recompensa para estos autores.
Para mi, escribir me permite vivir más que lo que esta vida sosa me ha dado. No porque mi vida haya sido, en estos treinta años, aburrida. He dedicado parte de mi vida a viajar, he vivido en otros países, conocido a gente alucinante, soy un fanático de los deportes extremos: paracaídas, bucear, rapelear, nadar con tiburones ballena, bungee, canopi, entre otros; sólo me faltan tres: ala delta, escalar y esquiar. Pero escribir me permite vivir realmente, conocer otros mundos, convertirme en alguien más allá de mí.
  También uno busca fuera de la escritura los dividendos. Pueden ir desde la trascendencia a partir de la creación hasta encontrar la totalidad inmersa en las letras, como lo buscaban los místicos o los románticos; la concreción de sí mismo a través de la palabra, como Clarice Lispector determina, “escribir es intentar entender, es procurar reproducir lo irreproducible, es sentir hasta el final el sentimiento que se quedaría en algo solamente vago y sofocante.”. Y para que ese sentimiento se concrete, el creador tiene que escribir.

               Así,  a seguir tecleando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario