Esta semana se inaugura la exposición en Bellas Artes sobre la vanguardia rusa, y como creo que lo más vanguardista que hicieron en el siglo pasado fue crear la carrera espacial, comparto una serie de pósters soviéticos sobre la conquista del espacio (tomado del artículo del BBC Posters of the golden age)
Faltan 2 días, 2 horas, 20 minutos y 34 segundos para que Scott Kelly despegue rumbo a la estación Espacial, donde estará recluido un año.
Aunque un año es mucho tiempo, la misión no será ni la más larga ni la más intensa, pero la importancia de este viaje -por lo que la revista Time le dedicará una webserie documental y un reportaje, como en la época Apollo- es que será el segundo paso de la NASA para ir a Marte, después de probar su cohete el año pasado.
La misión será conocer de qué forma afecta el cuerpo y la mente estar tanto tiempo en el espacio, solo, a 400 kilómetros de la tierra y de que forma ello afecta al organismo. Para ello, se eligió a scott Kelly, no sólo por ser un astronauta experimentado, sino por ser gemelo idéntico de otro astronauta, Mark Kelly, ya retirado. Dentro de un año, harán pruebas simétricas para determinar de qué forma el tiempo en el espacio afectó a Scott o si las diferencias con Mark no son tan profundas como creemos.
Godspeed Capitán, como dicen los gringos, y gracias por contribuir a la ciencia, aunque muchos de nosotros creemos que no será un sacrificio estar un año allá arriba.
En el siguiente enlace podrás encontrar tips y herramientas para lograrlo. Amateur astronomy guide
El
24 de diciembre de 1968, a bordo del Apollo 8, el coronel Frank Borman tomó la
cámara y apuntó a la tierra. Detrás de la luna gris cráter, retrató mares y
continentes en una imagen, nubes y tornados en un parpadeo y transformó un
mundo que desconocía. A partir de esa fotografía que comprobaba que no sólo no
éramos el centro del universo sino un acuario del tamaño de una canica, la gente
se preocupó por el planeta y sus habitantes, y percibió su insignificancia.
Este efecto de perspectiva transformó al humano. Esta novela se trata de
ciertos personajes que comparten la pecera.
Russian cosmonaut Anatoly Solovyev made 16 spacewalks over the course of five missions in the 1980s and 1990s.
Solovyev spent more than 82 hours outside his spacecraft on those excursions — another record.
Longest single spacewalk
On March 11, 2001, NASA astronauts Jim Voss and Susan Helms spent 8 hours and 56 minutes outside the space shuttle Discovery and the International Space Station during the STS-102 mission, performing some maintenance work and preparing the orbiting lab for the arrival of another module.
Half a century after Alexei Leonov carried out the first spacewalk he still vividly recalls the moment he emerged from the capsule to become the only human to have floated in the cosmos.
“I gently pulled myself out and kicked off from the vessel,” former cosmonaut Leonov, now a sprightly 80-year-old working for a Moscow bank, told AFP.
“[There were] inky black, stars everywhere and the sun so bright I could barely stand it.”
Tethered to the craft with a five-metre (16-foot) cord, he gazed in wonder at the earth’s geography laid out sweepingly below him, his motherland perfectly visible.
“I filmed the Earth, perfectly round, the Caucasus, Crimea, the Volga. It was beautiful.”
The great space race
The historic moment on 18 March 1965 came as the Soviet Union and United States, cold war foes on earth, were locked in a frantic race to conquer space.
With the Americans preparing for their own spacewalk, Leonov and pilot Pavel Belyayev (codenames Almaz-1 and Almaz-2) were rocketed almost 500 kilometres (310 miles) into orbit.
Back on earth, millions followed the mission as it was broadcast live on radio and television. As the minutes passed outside the spacecraft Leonov heard his pilot report back to Earth: “This is Almaz-1: Man has gone out into space.”
Leonov’s 12 minutes in space were the result of years of frantic work as the USSR struggled feverishly to keep ahead of America in the contest for outer space.
In 1962, some 12 months after their cosmonaut Yuri Gagarin became the first person to orbit earth, the Soviets had set themselves a new objective: “swimming in space like a sailor in the ocean”.
Soviet space chief Sergei Korolyov recognised the qualities he wanted in Leonov and handpicked him to carry out the mission.
“Korolyov chose me because I had already piloted several aircraft, I scored highly and I could paint, which is rare among cosmonauts,” he says.
After 18 months of intensive training Leonov was finally ready to become the first man to drift through space. However the Voskhod 2 spacecraft that was to take him there was not.
“The spacecraft had no ejection system,” he said. “We would either have to wait nine months to revamp it or use this model. We chose the second option.”
With the Americans hot on their heels – NASA was hard at work preparing astronaut Ed White for a spacewalk – there was no time to waste.
“It wasn’t about courage. We just knew it had to be done,” said Leonov.
A challenging return to earth
After the initial triumph nearly came disaster. As he floated in the cosmos, Leonov said the euphoria of making man’s first spacewalk quickly gave way to anxiety.
With their orbit quickly taking them away from the sun and into darkness, it was soon time to get back into the vessel, but Leonov realised his spacesuit had inflated and become deformed due to the lack of atmospheric pressure which could prevent him from slipping back inside the airlock.
Leonov decided to reduce pressure by bleeding off some of the oxygen in his suit, risking oxygen starvation.
With difficulty he managed to pull himself into the airlock head first, instead of feet first. The complicated manoeuvres left him drenched in sweat – he lost six kilos in the 12-minute outing.
But this was just the start of the challenges that awaited them.
Back in the cabin the team realised the automatic guidance system for re-entry was not working properly and they would have to manually guide the spacecraft back to earth.
In his book on the space race, Leonov described how the landing module failed to separate from the orbital module, creating massive G-forces as they spun wildly , hurtling towards earth.
“We waited three days in the forest to be rescued, and Soviet radio reported we were on holiday after the flight,” Leonov said, laughing.They landed safely but were 2,000 kilometres from Kazakhstan where they were supposed to end up, in deep snow in a taiga forest in the Ural Mountains.
Welcomed back as heroes, Leonov and Belyayev completed man’s first spacewalk ten weeks before the United States.
A decade later in 1975 Leonov commanded the Soyuz 19 in the first joint space mission between the Soviet Union and the United States.
As ties between Moscow and Washington strain over the Ukraine conflict, Leonov offered a few solemn words of wisdom: “There have never been frontiers between astronauts. The day that this notion sinks into the minds of politicians, our planet will be different.”
Esta entrevista contó con la inestimable ayuda del General Vladimir Ivanov, Presidente de la Federación Rusa de Deportes Aeronáuticos.
¿Qué le empujó a ser cosmonauta? Tras el éxito del lanzamiento del primer satélite artificial alrededor de la Tierra (el 4 de octubre de 1957), el Departamento de Investigación de Serguei Korolev puso en marcha el proyecto de una misión espacial habitada. En 1958, el Instituto de medicina aeroespacial fue el encargado de determinar las cualidades necesarias de los miembros de la tripulación de futuras naves espaciales.
¿Qué tipo de hombres debían ser? Según la hipótesis de Serguei Korolev, el primer cosmonauta (encargado de dirigir la nave) debía ser un piloto de caza. Esta profesión era la más adecuada según las necesidades de pilotaje de un vehículo espacial. El piloto de caza es, por sí mismo, un navegante, un ingeniero de a bordo, un operador de radio y un tirador, capaz de soportar una fuerza g de 10 g como mínimo. Unos 3.000 pilotos de aviación a reacción de la época fueron examinados en todas las situaciones posibles, día y noche. Todos debían tener menos de 30 años, medir menos de 1,75 m y presentar un estado de salud perfecto. Veinte hombres (la «promoción Gagarin») superaron este concurso.
¿Cuáles eran las principales cualidades que se exigían a los cosmonautas para formar parte de la tripulación de la misión «Voskhod 2»? ¿Estas cualidades son diferentes de las que hoy en día se espera de un cosmonauta? En el momento de la constitución de la tripulación del Voskhod 2, para señalar el desafío que representaba una salida extravehicular al espacio, principalmente nos centramos en la compatibilidad psicológica de los cosmonautas, su resistencia, sus altos conocimientos en ingeniería, su dominio de la navegación espacial y, especialmente, su capacidad para trabajar con escafandra.
Hoy, todos los cosmonautas que se preparan para un vuelo obligatoriamente cuentan con una formación en salidas extravehiculares al espacio. La única diferencia con respecto a lo que se nos exigía en aquella época es el menor nivel de exigencia sobre el aspecto de la vista (las gafas están permitidas, el número de empastes dentales es mayor, la edad de los cosmonautas se ha revisado y se ha aumentado).
¿Cuáles fueron las razones por las que fue elegido, entre sus compañeros de equipo, para realizar la primera salida extravehicular al espacio? Serguei Korolev me recomendó en el momento de la selección de candidatos para la primera salida extravehicular al espacio. Durante su intervención, él destacó mi buenísima preparación física, mis excelentes resultados en técnica de vehículos espaciales y mis cualidades como piloto. Incluso destacó mi habilidad para manejar el pincel. La comisión tuvo la misma opinión que él. En el momento de exhibir la nave Voskhod 2, Serguei ya me encargó la tarea de comprobar la viabilidad de la salida extravehicular utilizando un compartimento estanco. Así me convertí en el cosmonauta responsable de la primera salida extravehicular al espacio.
¿Nos podría describir el momento en que, fuera de la nave, se encontró en el espacio, y el momento en que volvió a entrar en ella? ¿Cómo se sintió? ¿Tuvo miedo? ¡La Tierra es redonda! , dije con verdadero entusiasmo. Entonces, vi el Mar Negro y la península de Crimea. Giré la cabeza hacia la izquierda y vi Rumanía, Bulgaria y, al final, la bota italiana. Levanté la cabeza y vi el Mar Báltico y la bahía de Kaliningrad, que conocía desde niño. A la izquierda, a la derecha, arriba y abajo habían estrellas. La luz del sol era muy intensa, sentía su calor en las partes de mi cara que no estaban protegidas con un filtro. El cielo estaba negro y reinaba un silencio extraordinario. Detrás de mí, se desenrolló un cabo de 5,5 m para tener libertad de movimiento, alejándome de la entrada del compartimento estanco sin dificultad. La nave reaccionó de manera inesperada y empezó a girar lentamente alrededor del baricentro. Aquello no era normal. Corría el riesgo de entrar en un campo magnético, y el sol ya no estaba de cara sino a contraluz. Parecía un disco en la total oscuridad del cielo. Era imposible ver las estrellas alrededor del sol, pero a 30 grados de distancia se veían con claridad y había muchas más de las que podemos ver desde la Tierra. Incluso las estrellas de sexta magnitud se veían perfectamente.
Hacía 8 minutos que flotaba libremente, y claramente sentí que el volumen de mi escafandra había cambiado. Mis dedos ya no tocaban la punta de los guantes, los pies flotaban dentro de las botas y, sobre todo, no llegaba al disparador de mi cámara de fotos, que estaba a mi derecha. En Tierra, durante los vuelos en ingravidez, podía usarlo sin problema para hacer fotos. Acercándome y alejándome de la nave, empecé a pensar en la misión: ¿cómo iba a enrollar un cabo de 5,5 m, con una mano, y unos guantes así? A lo largo de ese cabo, cada 50 cm, había una anilla de 2,5 cm de diámetro que tenía que fijar a un gancho. En 5 minutos íbamos a entrar en plena oscuridad, y la nave no disponía de un sistema de iluminación exterior. Con la mano derecha, desenganché la caja de la cámara de fotos y empecé a avanzar hacia el compartimento estanco, aguantándome con una sola mano y los pies por delante, como hacíamos en los entrenamientos en ingravidez. Tras intentarlo dos veces, vi que aquello no funcionaba. Calculé el tiempo de luminosidad que quedaba y la reserva de oxígeno que tenía, y decidí bajar la presión en mi escafandra a 0,27 atmósferas. Sabía que casi llegaría al punto de ebullición de nitrógeno en sangre, pero no tenía elección. Desde el Departamento de Investigación tenía orden estricta de informar a la Tierra sobre todo lo que hacía, más aún si disminuía la presión de mi escafandra. No respeté esa norma, y no informé de ello para no sembrar el pánico y provocar una marea de preguntas. De todos modos, nadie podía venir en mi ayuda.
Cuando la presión descendió, sentí un gran alivio, pero en el transcurso de las operaciones tuve que cambiar la manera de entrar en el compartimento estanco. No puse los pies por delante, como en los entrenamientos, sino la cabeza, y lo conseguí. Sin embargo, la entrada al compartimento fue más complicada. Igualmente, tenía que hacer una voltereta para comprobar el cierre de la escotilla y entrar en la nave por los pies. Sin dejar de hacer todas esas operaciones, no quitaba la mirada de mi cámara para que no saliera volando del compartimento.
Cincuenta años después de este acontecimiento histórico, ¿qué recuerdo de la misión «Voskhod 2» ha quedado grabado en su memoria? Lo que ha quedado en mi memoria, sobre todo, es aquel increíble silencio, el latido de mi corazón y mi dificultad para respirar.
¿Ha conocido a otros pioneros del espacio, como Neil Armstrong o Buzz Aldrin? ¿Ha podido compartir sus experiencias? ¿Hay puntos en común entre sí? Conozco muy bien a los astronautas del programa Mercury, a los del Gemeni, del Apollo, del Skylab y algunos comandantes del Shuttle. Hace 45 años que mantengo una relación de amistad con Tom Stafford, Vance Brand y Alan Bean, que también es un destacado pintor del cosmos. En un ámbito profesional aunque igualmente amistoso, tuve la suerte de conocer a Buzz Aldrin y el inolvidable Neil Armstrong. Poco antes de la muerte de Neil, participaba con él en el festival Starmus de las Islas Canarias. Organizábamos una mesa redonda. A pesar de todo tipo de dificultades políticas, siempre mantuvimos una buena relación profesional, ¡y siempre está de actualidad!
¿Cómo va a evolucionar la aeronáutica en el futuro? Las operaciones de la estación espacial internacional (ISS) se desarrollarán llegando a un año la duración de la presencia a bordo de la tripulación. En 2 o 3 años, les taïkonautas chinos podrán alcanzar la estación. Los programas de aterrizaje en la Luna se desarrollan poco a poco en Estados Unidos y Rusia, y en China se están llevando a cabo intensas investigaciones. Creo que China será el segundo país que aterrice en la Luna. También se está buscando la manera de aterrizar en Marte, pero la misión no podrá llevarse a cabo antes de 2035, si todo sigue su curso en la Tierra.
¿Cuál es el «próximo gran sueño espacial»? ¿Cuáles son los nuevos desafíos, las nuevas ambiciones de la aeronáutica? En órbita, ya hemos conseguido producir ciertas preparaciones médicas que contienen componentes físicamente imposibles de fabricar en la Tierra, hemos conseguido hacer crecer cristales con una estructura perfectamente geométrica. Por ejemplo, el arseniuro de galio, muy utilizado en la industria electrónica. En este momento, es imposible poner en marcha una producción industrial de estos materiales, no solo por la poca potencia de los equipos empleados, sino por la falta de tiempo necesario para la obtención de una ingravidez perfecta. La presencia constante de 2 o 3 tripulaciones a bordo de la estación espacial internacional crea una vibración que entorpece el proceso tecnológico de producción de los modelos deseados. Habría que utilizar la estación como un módulo habitado y para experimentos que no requieran una gravedad nula, como por ejemplo en astronomía, astrofísica, geofísica, para experimentos o investigaciones biomédicas. Cerca de estos hoteles, a poca distancia, girarán módulos industriales que automáticamente fabricarán lo que ya podemos fabricar. Las tripulaciones tendrán que alimentar con materia prima estas «fábricas», recuperar la producción y, periódicamente, realizar el mantenimiento preventivo de las instalaciones. En cualquier caso, Marte sigue estando en el horizonte de la humanidad.
El 18 de marzo de 1965, alexis Leonov realizó la primera caminata espacial.
Caminar en el espacio es uno de los sueños de todo amante del espacio, pero, como siempre, la primera ocasión es la más complicada. en el caso de Leonov, fue brutal, pues, después de completar la misión, no podía regresar a la nave. Durante 12 minutos disfrutó y sufrió los embates del espacio, mientras en tierra Sergei Korolev se esforzaba por regresar y sufrió quemaduras y un preinfarto que llevo a los rusos a temer, no sólo por la vida del teniente, sino por el fracaso de la misión en la carrera espacial.
Para leer una crónica detallada de este suceso, les recomiendo: http://www.airspacemag.com/space/the-nightmare-of-voskhod-2-8655378/?no-ist
Después de esta experiencia, Leonov fue considerado, además de un héroe nacional, el posible acompañante de Yuri Gagarin en la misión lunar rusa que no se concretaría.
La siguiente gran misión fue en 1975, cuando fue el embajador soviético en la misión espacial que uniría fuerzas espaciales con los estadounidenses, representados por el célebre astronauta y líder de la NASA Deke Slayton.
Después de quince días de viajes infructuosos al centro de la ciudad para intentar salvar mi disco duro, escribo desde una computadora limpia, una enorme hoja en blanco que no tiene los dos años de trabajo almacenados en un disco con fallos físicos, espero recuperables.
325 gigabytes se esfumaron. Lo primero que me pregunto es, qué pude almacenar en 325 GB, mayor capacidad de información que la que el hombre usó en los años sesenta para llegar a la luna. Bueno, eso es lo que almacené, información sobre todo el proceso del viaje a la luna, el tema de mi novela, y fotografías personales, guiones de cine y televisión que nunca tuvieron buen fin, ensayos académicos y, lo más importante, cientos y cientos de elementos que justificaron durante días mi procastinación: música, documentales, películas, libros digitalizados, entre un largo etcétera. ¿Qué tan largo? Digamos que una novela, supongamos Madame Bovary, escrita en word, equivale a 325 bytes. No tan preciso, tal vez 250, tal vez 420, pero como estudié letras y no matemáticas, será más fácil ejemplificar con ese número. En mi computadora tenía almacenadas 1.000.000.000 bytes o 109 Bovary's. Por supuesto hablo de cantidad de 1 y 0, no se la calidad de esos còdigos binarios. Sólo tenía una Madame Bovary, lo demás era, en sentido estilístico, cercano a manuales de cocina o de mecánica.
Una vez que asumí que lo poco que tenía respaldado tenía que justificarme, me di cuenta que perder la información, los documentos, parte de mi novela, por fortuna gran parte la tenía respaldada, se convierte en una angustia y en una liberación.
Angustia, porque es trabajo por rehacer, con miedo a que la primera vez haya sido mejor. Liberación, por la posibilidad de partir no de cero pero sí de la hoja en blanco.
La hoja en blanco siempre se ha visto como el mayor martirio del escritor, para mí, son una delicia, porque mientras la hoja está en blanco todas las posibilidades son posibles, todas las palabras, en perfecto acomodo, son viables. El verdadero martirio es cuando la hoja está llena de caracteres y uno se da cuenta que no son el acomodo perfecto, que buscaba Flaubert. Por ello, la computadora en blanco es una liberación infructuosa. Siempre la hoja estará repleta de caracteres vacuos, innobles, innecesarios y todas las palabras académicas, que sirvan para ejemplificar lo que bien dijo el almirante Al Calavicci en la serie de televisión ochentera Quantum Leap: “Things might go a little ca-ca.".
Cuando uno escribe uno se da cuenta que es mejor lector que escritor. Todos. No sólo hablo de mis deficiencias, el tótem de la literatura, Borges, dijo de forma repetida, ahora convertida en cliché, que él era mejor lector que escritor. Por ello, es en la corrección, por ello, donde comienza la verdadera escritura. Pero en este blog hablaré del proceso intermedio, del proceso de creación, que va de la inspiración o el sobreentendimiento como lo llaman los psicoanalistas, al primer borrador, en el que se gesta la escritura.
Novalis declaró que el creador era dueño de su obra mientras la componía. Se instauraba como autor al revelársele la idea y el texto dejaba de vincularle en el momento de corregir, cuando observaba, con la distancia que debe autogenerar, al texto como un ente ajeno, redactado por otro; en ese momento, las palabras ya no le pertenecen, son del papel, del lector, pero no de él como artífice. Entre la hoja en blanco y la obra cerrada se construye el autor y se conforma la labor creativa; sobre ello versa este blog.
Me responsabilizo de las palabras que titilen sobre la pantalla, y espero poder disfrutar tanto el resultado de mis textos como disfruto el de otros, de todos aquellos que creen que la literatura justifica la vida.
En las siguientes entradas, hablaré del proceso creativo, del teórico y del propio.